
Caminaba por el tramo guacho en dirección a Conhelo a tranco largo y comencé a correr, quería huir, sentía esa necesidad imperiosa de desaparecer de ese pueblo donde nunca pasa nada; luego de trotar lo más rápido que pude, me agite, pare y me agarre las rodillas que me temblaban y me acosté al costado de la ruta y vi las nubes corrompidas por el viento o tal vez veía nublado por la baja presión, o tal vez el veneno estaba haciendo efecto y me pregunte que iba hacer con tanto cielo para mí y me acorde la primera vez que hicimos el amor.
Recuerdo que era verano y era de noche, estaba realmente fresca, como todas las noches de verano acá en La Pampa, que viene a calmar ese vapuleo de aire caliente y seco que perdura durante las largas horas de sol y siempre me gustaron esas noches, porque dormíamos tapados y abrigados.
Estábamos con las chicas en la plaza, como siempre y pasaste, me clavaste una mirada mordaz y corta, me dio miedo, pero debo reconocer que me gusto y mucho; enseguida capte el mensaje, espere unos diez minutos y tome la bicicleta, diciendo que me iba a dormir; las chicas sospechaban algo, pero nunca pensaron que eras vos.
Enfile por la diagonal San Martin en dirección al recién nacido colegio Moran y después doble por la calle que va al club estudiantil, no recuerdo el nombre, creo que nadie sabe los nombres de las calles en un pueblo. Para despistar deje la bicicleta en la casa frente al club y me metí por la calle del costado, que va derecho al viejo hipódromo, estaba sumamente oscuro, solo escuchaba como golpeaban las hojas de los eucaliptos allá arriba y el latido fuete de mi corazón, los nervios me carcomían y mis manos estaban sudorosas, me las secaban constantemente en el pantalón, era la primera vez que iba a hacer el amor con una mujer. Visualice tu Estanciera blanca y verde, me dio tranquilidad, aunque sabía que estaba por romper las reglas socialmente impuestas, no me importo, subí y te increpe con un beso largo, ni siquiera quise escuchar tu voz.
Después de acalorarnos y regocijarnos en nuestros brazos y en risas cómplices, nos contemplamos sin decirnos nada, después fumamos y otra vez nos reímos, me sentía envuelta en una combinación de paraíso y tentación, me despedí sin saber que iba a ser la última vez.
Retome el camino a casa y decidí dormir, me escabulle en la cama, sentí felicidad, me dije a mi misma que estaba feliz, luego caí en el arrepentimiento, dormí mucho.
Al otro día, recuerdo vagamente que mi madre lo sospecho, porque las madres siempre lo saben, me lo dijo y llore, llore mucho y pensé que los días posteriores y los meses y los años iban a ser difíciles, porque es más fácil condenar que pensar.
Te pido disculpas por las tachaduras, son consecuencias de mi apuro, es mi forma de despedirme, sigo al costado de la ruta y voy a volver a dormir mucho dormir mucho, tal vez nos veamos en otra vida, Dios mediante.
Drake Ramoray.