
Un tamborilleo infernal sonaba en su cabeza, o imaginaba eso, antes de cometer el acto; hubo una previa rigurosamente preparada, la excusa fue perfecta, como todas las sorpresas, tuvo algo de improvisto, fue una fiesta en un bar alquilado, con solo una moneda grande de poco valor sirvió para hacer de transporte, teniendo en cuenta que era su primera vez y que todo estaba planeado o al menos eso parecía, la cantidad fue suficiente para sentir el empujón, ese golpe, esa euforia y con tal solo pasar unos segundos y inspiración profunda de oxígeno y una exhalación hasta quedar vacío, otra vez esa moneda grande de poco valor transporto la segunda parte, al lado izquierdo, tal vez, lo eligió como último lugar por ser diestro, pero fue ahí donde el diablo con su cola sacudió al ángel, haciéndolo desaparecer por buen rato.
Todos sus sentidos se multiplicaron, se triplicaron; sintieron ese golpe, ese sacudón, como un ascensor cuando arranca, como un avión que toma envión para despegar. Sus manos estaba sudadas, sus ojos se agrandaron y su retina se hincho demasiado, porque se vio en el espejo del baño; los oídos se tornaron como parlantes de vitrola, sentía la música al pie del tímpano, su nariz se llevaba grandes cantidades de oxigeno sin ningún impedimento y su boca...su boca estaba deseosa de un cigarrillo con máxima urgencia y pidiendo a gritos, literalmente, un escoces, no importaba cual, para darle movimiento a su lengua áspera como la de un gato, que luego sería la protagonista de una verborragia clásica, típica consecuencia del efecto producido.
Su cuerpo tenía otra vida, se sentía grande, corpulento, con una leve agresión distorsionada que es consecuencia del efecto producido; se sintió muy bien, la mezcla de euforia y felicidad le caía prefecto, la espontaneidad de la situación rompió totalmente con lo que se había planificado, la tensión se liberó, todo estaba bien, era felicidad y alegría.
La locura, la euforia, la hermosa sensación, la boludez duro poco, el efecto fue corto como el escoces que se tomó, como el cigarro que se fumó y ahí supo que nada es para siempre.
Drake Ramoray.