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Aquella tarde el calor merodeaba sin tapujos, todos los hombres del lugar no podían

evitarlo, sudaban a mares, pero había uno que sudaba mas, no solo por el calor, sino

por los nervios; tenia alrededor de veinte minutos golpeando la puerta del médico

del pueblo y no había respuesta alguna, tampoco la iba a haber, pero el hombre de

aspecto apaisanado y de notables pómulos rojos bajo el sombrero, era hombre de

campo y estaba curtido al calor, al frío, a las heladas y la lluvia, pero la urgencia lo

aclamo y llego rengueando a la casona mas grande del pueblo que era del medico; la

palidez dilucidaba el temor del hombre.

Frente a la puerta que golpeó alrededor de veinte veces bien fuerte, vio su destino,

porque el destino es eso, un momento único en la vida del hombre en de una forma u

otra sabe quien es, a que vino al mundo, que papel vino cumplir; si bien el destino

amedrantó al hombre en el lugar menos esperado, la puerta nunca se abrió y volvió al

rancho en su bicicleta destartalada, pedaleaba con una solo pierna, solo lo movía su

propia fuerza y de enorme voluntad, el rengueo se propagaba por el todo el cuerpo y

sabia en que el cualquier momento iba a terminar arrastrándose a ningún lugar,

porque no tenia donde ir mas que a su tierra, a su casa, a cuidar su cosecha, su ganado

y su propia vida. Aterrizo como pudo en el piso y al voleo manoteo la botella de caña,

pensando que tal vez calmaría el hormigueo y el dolor y recordó dos recuerdos que se

se unificaban y eran los que marcaban su camino, frente a la puerta doble hoja

enorme de la casa del doctor recordó que unos días atrás un sueño de esos perdidos

sin principio ni fin pero con un nudo enorme e imposible de desatar, un cuervo enorme con

ciertos rasgos humanos en el rostro le había dicho que su propósito era ser

espantapájaros y que en la moneda de Dios no hay anverso ni reverso, que todos

somos iguales, que lo de arriba es lo mismo que lo de abajo y lo de abajo es lo mismo

que lo de arriba, no lo comprendió tal vez, o no le intereso, solo se enfoco en lo que se

iba a convertir, cuando comenzó a darse cuenta su extremidades se estaban

convirtiendo en paja y su ojos ya no parpadeaban y se ponían duros como botones y

su boca iba desapareciendo como el dolor que lo aquejaba y su pelo se ponía aun mas

duro, la quietud y la soledad arrendaban el lugar, solo se escuchaba el quejido

sonido de su respiracion; se estaba cumpliendo la profecía del cuervo enorme con

rasgos humanos.

 

Drake Ramoray

La profecia

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