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La sonoridad de su voz no concordaba con la de su cuerpo, era más bien algo inequívoco, algo anormal o algo ilógico, o un algo de algún que no era lógico para los que conocían la lógica o lo que creían conocerla, si se sabía que era extraño, pero es parte del equilibrio humano; detrás de esos anteojo gruesos alucinantes, se encontraban unos ojos azules extraordinariamente hermosos, poco probables de haber conocido el amor, aunque cada mirada emanaba amor y en su cuerpo estático alguna vez concentro cariño y felicidad; esos ojos que vieron más atardeceres que amaneceres evidenciaban soledad y desasosiego , eran el faro de la ilusión a la espera de lo que planeamos sentir, pero eso era demasiado blando para esos ojos que al momento marcaban precisión soporífera por no parpadear; esos ojos alguna vez fueron inocentes e ingenuos, fervientes  de la belleza y la continua mejoría del mundo, aunque algunos crean lo contrario; esos ojos vieron la desolación de alguno y el estupor de otros, todo esto sin pudor de pensamiento y atestiguando la divinidad de cada movimiento, que eso implica cambios previamente moderados para el mundo crea que fue la maquinaria del azar, viendo el tiempo distribuirse silenciosamente, atraídos de la distracción, aun inmóviles y siempre sin parpadear, vieron lo que alguno aplazaban, lo que otros ignoraban; esos ojos vieron en retrospectiva su vida, porque esos ojos están muertos.

Drake Ramoray.

Esos ojos

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