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Comprendía  fácilmente muchas cuestiones, pero había otras que no y no detenía su tiempo tratando de entenderlas, decía que simplemente había que dejarlas fluir y punto.

Una noche los sueños le tendieron una emboscada y un hombre sin rostro definido se presentó y con voz tenor le dijo que iba a permitirle conocer y sentir la soledad, entonces el asintió, casi dogmáticamente, con la cabeza. Al despertar, recordó esa parte del sueño y lo relaciono con su reciente ruptura sentimental: había perdió el amor, así de simple y doloroso.

La buena memoria, sus pensamientos, sus ideas, no eran fáciles de persuadir, no se dejaba doblegar por el resto, sentía que no encajaba en esa masa crítica en la que estaba inserto; sin embargo sus contradicciones e incoherencias, sus pecados, era lo que lo mantenía vivo para con este mundo.

Redimirse de ese amor no fue tarea fina, le costó comprender el placer de ser un hombre solo, de ser libre, de ser de nadie; renegaba de la idea de ajustarse al paradigma de la soledad, de ser caprichoso y que nadie lo consienta, de ser libre de explicaciones, de ser guardia de su propia prisión. Aun así cuando estuvo en soledad y logro olvidarla, salió corriendo a buscarla para decírselo personalmente.

 

Drake Ramoray

El sueño

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