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Todas las noches en la oscuridad arrodillada a su cama, le imploraba a Dios ser deseada, ser deseada aún más de lo que había podido ser todo este tiempo, ser deseada por todos los hombres que la rodean, en la oraciones pedía saber y sentir ser la reina del baile. Abre los ojos, enciende el velador al costado de su cama cubierta por una fina y hermosa colcha de plumas, dejando un lado descubierto y el otro armado, como esperando a nadie; se acostó con su camisón blanco escotado, sin corpiño, cerró los ojos y acostada boca arriba, volvió a pedir ser deseada y todo se comenzó a mover, decidió quedarse quieta por un instante y sintió una corriente fria en su espalda, desde la medula hasta el cuello, se estremeció luego de sentir sus pezones rozando con su camisón, abrió los ojos y noto que el silencio y la oscuridad comparecían en esa habitación embelleciendo la situación; mojo los labios y otra vez cerro los ojos y respiro profundo, se relajó y pensó en la única forma de ser deseada era, que fuese la única mujer; otra vez cerro los ojos y el calor entre sus piernas estímulo a sus manos que pronto comenzaron a recorrer con cierta ligereza la pelvis y pensó en besos, besos fuertes, su respiración se entre cortaba y se agitaba, el cuerpo se entumeció y se mordió los labios fuerte, su mano izquierda funcionaba como una mano ajena y torpe, la derecha compensaba con suavidad, el calor frotaba su cuerpo entregado a sus manos, con el camisón a la altura del ombligo, todo era fugaz y su deseo de ser  la reina del baile estaba en lo más alto; un ágil recorrido de la mano izquierda, termino con la derecha haciendo círculos pequeños y rápidos, ya no era suave, pero si sutil, llego a la cima de la montaña y grito, pensó que la habían escuchado, creyó que fue fuerte; se acomodó el camisón, giro a la derecha y se durmió.

 

Drake Ramoray

La reina del baile

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