
Una vez un hombre tomo en consignación a otro hombre y comenzó a usar su
cuerpo, su mente y su alma, su todo; aquel cambio radical percibía las situaciones
ordinarias y cotidianas de manera diferente, como una novedad, como una noticia
tempranera, porque la chatura, la liviandad y todo lo que construye la cotidianeidad y
el aburrimiento parecía caerle bien, como una redondez perfecta; conoció la ternura
y el amor, pero ya conocía la tenacidad y el odio, el resentimiento y la vanidad, había
una dualidad; era lo que nunca fue, lo que nunca quiso ser, esa cuestión totalmente
opuesta y enredada en contradicciones como el día y la noche, como el todo y
la nada, como lo bueno y lo malo, como el sueño y la realidad, como anverso y el
reverso de una moneda, que fue lo que tomo por asalto o lo que quería ser, tal vez
nunca lo sabrá o siempre lo supo, tal vez nunca o siempre supo el momento en que
iba a suceder, solo que una vez sucedió y eso fue la situación exacta en la que tenia
que suceder o que la sucedió, eso es lo que nunca se sabrá o lo que siempre se supo,
porque todo o casi todo es calculable solo que no por nosotros sino por alguien que
nos anticipa o tal vez por nuestro yo adelantado que ve y digita el curso de las paginas
de nuestra vida; el saber o no saber no es nuestra cuestión ni debería de interesar,
pero la curiosidad es intermitente y a veces queremos y otras no queremos o tal vez si,
es sólo eso, saber lo que pasa, lo que paso y lo tal vez lo que pasara.
El hombre usurpador se adueño en comparecencias de espejos y reflejos, algunos
lo reflejaban a el y otros al otro hombre, pero la dualidad de sus recuerdos, sus
experiencias, de su cuerpo anterior seguía presente, dando batalla hasta volver a lo
que era y la contradicción contrajo la incoherencia y el cuerpo usurpado comenzó
a recordar, tal vez por memoria muscular, memoria de alma, todo lo vivido. La
incomodidad representaba esas partes inconexas entre un cuerpo y el otro, ahí
fue cuando en el momento menos indicado y ante un efímero forcejeo cayo, cayó
a un lugar diferente, con nuevo paisaje, con nueva vida, con nuevo color, al eterno
anonimato porque nunca mas nadie volvió a ser quien era, la conjunción de cuerpos
y almas al azar, como un proyecto sistémico en cual todos volverían eligiendo lugar,
familia, amigos, hijos, nietos y lo mejor es que nunca supo ni sabrá que tuvo esa
elección.