
Mientras llovía a cantaros, ella miraba por la ventana con profundidad, preguntándose: ¿dónde va toda el agua que cae? ¿cuantos años hace que llueve? ¿existen tipos de lluvias? cuantos tipos de lluvia existen? ¿cuantas veces en mi vida vi llover?
Pauso un momento y volvió a preguntarse: ¿hay gente que piensa lo mismo que yo? ¿hay gente que se pregunta lo mismo que yo? ¿hay gente que vivió las mismas experiencias que yo? No es que siempre que llovía, llegaba a este tipo de reflexiones, sino que hacia como el resto de los mortales, seguía su curso normal de vida, realizando las tareas cotidianas que nos impiden detenernos a pensar, porque generalmente uno siempre piensa, que ese tipo de detención es una pérdida de tiempo, un hueco divagante, un momento vacío que se olvidara rápidamente para siempre.
Ella cree que la gente no soporta esperar y respetar, creen que pensar ya fue, no está más, que todo es piloto automático, que todo es por inercia. Sigue lloviendo y pensaba en esto, se preguntaba, a medida que seguía en su acción fue hilando, uniendo, preguntándose ¿qué me estoy preguntando? ¿cómo llego a este momento determinado a pensar sobre esas cosas? ¿qué me llevan a pensar estas cosas? ¿para que pienso en estas cosas? ¿he tenido momentos de mi vida tan reflexivos como este?
Al cabo de unos minutos que no fueron mucho, se pone de pie, reacciona, se nota cansancio en su cuerpo, siente la pesadez y toma un vaso de agua de la canilla, abre la heladera como síntoma de aburrimiento, mira para ver que puede comer y no encuentra nada, tampoco sabía concretamente que buscaba. Sigue lloviendo, cierra su heladera con resignación, apaga la luz, se acerca su ventana (la única que tiene) y duda en cerrar o no las cortinas, al final decide dejarlas abiertas porque le gusta que la claridad de la mañana la ayude a despertarse. Luego en la oscuridad llega al baño, prende la luz, se mira al espejo, se ve la cara y se pregunta ¿estoy bien?; sin dar demasiadas explicaciones para ella misma, o sea sin justificarse demasiado, sigue con su rutina: se lava los dientes, se sienta en el inodoro, tira la cadena, apaga la luz y otra vez se sumerge a la oscuridad, llega a su cama, se sienta, prende el velador, se acuesta sobre la colcha y otra vez esas preguntas que la vuelven a acosar ¿tengo momentos de felicidad? ¿me gusta lo que soy? ¿me gusta lo que hago? ¿muchos se preguntan lo mismo que yo? ¿es bueno pensar a través de preguntas? ¿es bueno que me pregunte todo esto?
Todas la preguntas surgidas, eran veloces, rápidas, sin tiempo a respuesta, se sentía ahogada y por un momento comenzaron a decaer sus parpados y reacciono, sintió que esas cuestiones la agobiaron hasta el cansancio mental, pero aminoro la marcha y con una calma reflexiono que tal vez no era mala la idea de pensar con preguntas, que tal vez era la única forma de pensar y darle un espacio a esta vida en velocidad crucero.
Al cabo de unos minutos, que otra vez no fueron muchos, llego a la conclusión que pensar nos ayuda a contextualizarnos, a conectarnos con nosotros mismos, a valorar y por sobre todo a saber que los pelos de la cabeza están contados.
Drake Ramoray.