
Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, recóndito, donde nevaba mucho pero no hacia tanto frio, había una colonia de pingüinos, no eran muchos porque era diferenciada al resto, eran pingüinos similares a los humanos, porque tenían la capacidad de razonar.
Un día, un pingüinito, se le ocurrió que quería ser un pingüino saltarín, quería aprender a saltar, quería ser, aun, mas diferente, no solo pensar sino también saltar, porque todos caminaban y de la misma forma. Entonces un día le comunico a sus padres que quería convertirse en un pingüino saltarín, sus padres no le dieron demasiada importancia, sabiendo que estaba en la etapa de la pubertad y que era una víctima más de la edad del lobo (así le dicen a la edad del pavo). Los padres del pingüino asintieron con la cabeza y le dijeron que estaba bien, que lo apoyaban (en realidad le dijeron así, para no desmoralizarlo, sabiendo que esa idea descabellada, iba a durar poco).
Pingüinito estaba muy contento con la idea, la cual ya perfilaba como un sueño y además contaba con el apoyo de sus padres; rápidamente se puso a pensar como podía lograrlo.
Un par de días después, en el colegio muy eufórico y excitado con el sueño de convertirse en saltarín y ser diferente al resto, pingüinito con toda la ingenuidad que lo caracterizaba, cuenta delante de sus compañeros pingüinos su sueño y todos estallaron en carcajadas, algunos hasta se sobaban la panza blanca con las aletas de la risa y su profesora, que no quería ser maleducada ni descortés, no se rio, pero no le faltaron ganas, sabía que era una idea totalmente ridícula, porque los pingüinos no saltaban, caminaban. Se sintió tan humillado, tan burlado que no volvió hablar sobre la cuestión en aquel lugar.
Luego de unos días, cuando le cuenta a sus amigos mientras nadaban por el mar sin ser captados por las ballenas, obtuvo la misma respuesta que en el colegio, otra vez sintió la humillación y también tristeza. Noto la imposibilidad de cumplir su sueño, la desmotivación le usurpo el pensamiento hasta el punto de abandonarlo, no completamente, pero quería dedicar tiempo a otras cosas, no sabía cuales, pero seguro alguna iba a encontrar.
Algunos años después, un día pingüinito que se había convertido en pingüino, aunque para sus padres siempre fue, es y será pingüinito, estaba trabajando a orillas del mar cazando peces con el pico, decide ir a visitar a su abuelo, un pingüino viejo que había sido soldado en la guerra de la península contra las gaviotas, por invasiones de las mismas, era considerado un héroe modesto; cuando comienzan a conversar, el abuelo le dice:
- y pingüinito? que paso con tu sueño?
-¿Cuál abuelo?
-El de ser pingüino saltarín
-Ahhh...no pasó nada abuelo, me era imposible convertirme en saltarín, todos se rieron de mí, así que decidí seguir caminando, igual que todos.
-¿Tus padres que dijeron?
-No me dijeron nada abuelo, me contuvieron un poco, creo que ni ellos me tenían fe.
-Mira, te voy a contar una cosa: vos, no fuiste el primer pingüino que quería ser saltarín, hubo muchos que pensaron en serlo pero no se animaban a decirlo ni a intentarlo, porque tenían miedo con respecto a lo que pensarían los demás, si funcionaba o no; una vez yo me anime e invente un sistema.
-Pero como abuelo? porque nunca dijiste nada?
-Ven, acompáñame al fondo de la cueva, que tengo el aparato.
Cuando el abuelo le muestra el sistema para ser salatarín, que eran unos resortes robados de un barco en alta mar con adaptaciones a los pies del pingüino; Pingüinito sonrió y en un santiamén se colocó los resortes y después de usarlo diez minutos ininterrumpidamente dice:
-Abuelo esto es ser saltarín? prefiero seguir caminando.
Drake Ramoray.