
Profesaba sin rodeo alguno el amor por aquella mujer que lo vio crecer; entre
pubertad y adolescencia ocultaba aquel deseo pervertido de hombre machista
argentino, pero con el paso del tiempo esa postura retrograda lo fue humillando
ante todos, ante el mismo y esa mujer que amaba; la agraciada o desgraciada, valla
uno saber, conocía el sentimiento del hombre recientemente convertido, pero no
compartía en absoluto el amor, solo lo quería por bueno o por simpatico tal vez y eso es lo peor que un hombre enamorado puede escuchar de la mujer que ama.
Las horas, los días y los meses pasaron y si bien, cantaba a los cuatro vientos ese amor,
nunca tuvo el valor de presentarse valientemente para declararse, por mas que la
respuesta la conocía, porque se la había dicha una vecina que lo escucho de una amiga
en el almacén por el almacenero que un amigo muy intimo le contó, al menos eso
sabia y valía para el, por que sabia que pueblo chico infierno grande pajarera enorme.
Cuando tomo valor y decidió hacer presencia, los amigos del barrio esperaban
ansiosos la respuesta negativa y condescendiente de la mujer mayor, ya lo que había
visto crecer, aun así algunos tenían la tibia esperanza que podía ser positiva, pero
eran algunos que no quería pasar por pavotes afines a la cursileria y creer tal vez en el amor. Los preparativos fueron ocurriendo previamente al encuentro y los nervios tomaron rienda del asunto y todos los expectantes se habían puestos un poco densos.
A las cuatro en punto, con camisa blanca, pantalones de vestir negros, pelo
engominado y un moño bordo, llamo a la puerta con las manos sudorosas y tiritando
de los nervios, con toda la razón; por primera vez en su vida iba a declarar su amor
a alguien; abrieron la puerta y detrás de una bata negra con transparencias que
marcaban la figura voluminosa y curvas resaltadoras, lo atiende la mujer con el pelo
suelto negro, un poco mas largo de los hombros, mínimamente maquillada y la
pintura de labios roja apenas corrida y zapatos con unos tacos que sobrepasaban
al enamorado, con su voz aginebrada y carrasposa se le acerca y el otro a punto de huir, ve que detrás de la mujer sale de la casa otro a los apurones, un poco con miedo y culpa,
sabiendo que todo el barrio veía, si bien detrás de su ventanas, todos observaban, salio
tapándose, ocultandose, el enamorado se distrajo y eso lo relajo en cierta forma, la
mujer se le acerca y le dice: "si querés un poco mas de amor, te va s costar otros 300
pesos" y el hombre entro.
Drake Ramoray.